El COVID-19 amenaza con revertir la reducción del trabajo infantil

Este verano se ha dado un paso importante en aras de la erradicación del trabajo infantil. ¿Qué más puede hacerse para atajar las causas subyacentes a este problema sistémico?

Mientras teníamos la vista puesta en el creciente número de casos de coronavirus y en las graves emergencias climáticas registradas en todo el mundo, el pasado agosto fue testigo de una buena noticia a la que se ha prestado poca atención pero que nos recuerda lo que puede conseguir la humanidad en su conjunto si trabajamos de forma mancomunada. La erradicación de las peores formas de trabajo infantil se ha convertido en la primera norma internacional del trabajo de ratificación universal.

El 4 de agosto, el Convenio sobre las peores formas de trabajo infantil, 1999 (núm. 182) de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se convirtió en el primer Convenio de la OIT en lograr la ratificación universal de sus 187 Estados miembro. Con este hito histórico, todos los Estados miembro de la OIT se comprometen a prohibir y eliminar las peores formas de trabajo infantil, entre ellas la esclavitud, el trabajo forzoso y el tráfico de menores, tanto a nivel normativo como en la práctica.

Pese a este logro mundial y a la reducción del número de niños y niñas afectados por el trabajo infantil en los últimos 20 años, el impacto del COVID-19 amenaza con revertir los éxitos cosechados. Se necesita una mayor vigilancia para garantizar que los efectos perniciosos de la pandemia no pongan en riesgo a millones de niños y niñas, abocándolos a ganarse la vida para poder sustentar con sus ingresos a sus familias. En concreto, esto supone instar a los gobiernos a responsabilizarse de la aplicación de la norma del trabajo de la OIT que todos han ratificado.

Causas subyacentes

Antes de la pandemia, la OIT estimó que el trabajo infantil afectaba a unos 152 millones de niños y niñas. La mayoría de los expertos coinciden en que es probable que la crisis actual haya hecho aumentar esa cifra.

Los estudios de investigación llevados a cabo por la Alianza 8.7, una alianza mundial cuyo objetivo es lograr la meta 8.7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, indican que la amplia mayoría del trabajo infantil ocurre a escala local (más del 90 % solo en el África Septentrional), y que el principal sector en el que se da es el agrícola (el 71 %). Para poder ayudar a estos menores, ha de responderse a las causas subyacentes del problema a nivel nacional, con un enfoque económico integral.

Entre estas causas subyacentes se encuentran un acceso limitado a la educación, la ausencia de protección jurídica o la aplicación inadecuada de la legislación laboral vigente, la pobreza, una protección social insuficiente y el trabajo informal.

Garantizar el cumplimiento de los compromisos internacionales

Si bien un único instrumento internacional no podrá erradicar el trabajo infantil, es innegable que la ratificación universal del Convenio de la OIT es un logro notable.  La ratificación universal significa que los 187 Estados miembro de la OIT deben, a partir de ahora, aplicar el Convenio a escala nacional, tanto a nivel legislativo como en la práctica; notificar de forma periódica los avances en su aplicación y someterse a la supervisión de los diversos órganos de control de la OIT. En definitiva, ahora se instará a los gobiernos a responsabilizarse de sus acciones (o ausencia de ellas) para acabar con el trabajo infantil.

Los Principios Rectores de Naciones Unidas sobre Empresas y Derechos Humanos y las Líneas Directrices de la OCDE para Empresas Multinacionales defienden un enfoque innovador denominado «evaluar y abordar». Este método, que están adoptando muchas organizaciones que tratan el trabajo infantil sobre el terreno, intenta identificar mecanismos para instar a atajar de raíz las causas, en lugar de primar un enfoque punitivo.

Los empleadores están comprometidos a erradicar el trabajo infantil

La Organización Internacional de Empleadores (OIE), junto con su red mundial de 150 organizaciones miembro que representa a más de 50 millones de empresas, lleva mucho tiempo apoyando la ratificación y la aplicación del Convenio núm. 182 de la OIT, con el fin de atajar el trabajo infantil en todas sus formas antes del 2025 en consonancia con la meta 8.7 de los ODS. La OIE colabora con un abanico de ONG y de instituciones internacionales para intercambiar mejores prácticas a través de directrices y guías.

Cabe destacar que la OIE también brinda un espacio seguro para que las empresas debatan y respondan a esta lacra sistémica. La OIE ofrece a las empresas asistencia, soluciones prácticas y nuevos enfoques para responder a este problema con contundencia.

Es de especial importancia predicar con el ejemplo. Han de modificarse las leyes sobre trabajo infantil de conformidad con el Convenio núm. 182. de la OIT. Ha de garantizarse el acceso a una educación gratuita de calidad. Los gobiernos no pueden desaprovechar el impulso generado por la ratificación universal de dicho Convenio. Nuestro empeño no ha hecho más que empezar. El año 2021 será el Año Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil y todos (gobiernos, sector privado y ciudadanía) habremos de contribuir para lograr este ambicioso objetivo.

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